La vida plena para todas las personas precisa de sobriedad y
cooperación en el uso del aire, la tierra, el agua, los materiales y la energía.
Cuando sobre estos recursos tienen lugar fenómenos de acaparamiento o deterioro,
como diría el Jefe Indio Seattle, “termina la vida y comienza el sobrevivir”.
Cuando nos afanamos tras el producto interior bruto (PIB),
el consumismo y la competencia a ultranza, damos alas al colapso que ya se ha
instalado en nuestro mundo. Colapso que ha comenzado golpeando a los/as más
vulnerables, pero que acabará desplegando todo su dolor a los cuatro vientos,
alcanzando incluso a quienes hoy nos creemos a salvo. Utilizando el título de
un libro de Naomi Klein, la incidencia del capitalismo sobre el clima y la
Naturaleza lo cambia todo. Nada volverá a ser como antes, y sin embargo,
seguimos como si nada.
El cambio climático, el destrozo de la vida, no son sólo los
huracanes del Caribe retransmitidos en tiempo real. Lo tenemos aquí al lado,
por todas partes, sin que ninguna cámara se digne a captarlo y difundirlo, lo
gritan hasta las piedras, y no queremos enterarnos.
Voy a comenzar una serie de post en mi blog y las redes
sociales. Basándome en trabajos de investigación que he llevado a cabo en la
última década, mostraré la situación en que se encuentran pequeños espacios del
agua de las cuencas medias de los ríos Júcar y Cabriel, aguas abajo de Contreras
y Alarcón hasta Cofrentes, en las provincias de Albacete, Cuenca y Valencia. El
agua como recurso esencial para la vida, que conforme es contaminado o “desaparece”
de nuestro entorno inmediato, nos indica sin duda que algo estamos haciendo muy
mal, que nuestro futuro debe preocuparnos.
Cuando no reconocemos nuestra propia tierra, la de nuestras
abuelas, nos convertimos en extraños/as sin raíces allí donde hemos crecido,
incapaces de comprender todo lo que la Naturaleza nos dice a voz en grito.
No pretendo ser exhaustivo. Tan solo busco acercar el
conocimiento de multitud de fuentes, manantiales y tollos de nuestro entorno
cercano al público en general, así como las actividades humanas que tradicionalmente
se han desarrollado a partir de los mismos y los saberes populares destilados
generación tras generación. Si bien en algunos casos, los menos, aún podemos
disfrutar de un relativo buen estado ecológico y de conservación de los mismos,
la mayor parte de las veces, desgraciadamente, contaremos historias de abandono
y pérdida de un valiosísimo patrimonio natural y cultural. Hablaremos de
lugares cada vez más inhóspitos para la humanidad, aquí al lado.
Walter Benjamin (1940) señalaba que no confiaba en nuevas
revoluciones para cambiar el statu quo sobre la marcha. Por el contrario,
apuntaba a que convendría tirar del freno de emergencia de la locomotora que
nos lleva. Como el río de José Luis Sampedro "Todo estaba dispuesto,
aunque nadie lo supiera, porque la vida no avisa..."
NOTA: Partiendo de los trabajos originales desarrollados
entre los años 2005 y 2016, durante los próximos meses voy a visitar de nuevo
los espacios del agua que ya fueron catalogados en su momento, determinando si
en los últimos años su evolución ha sido positiva o negativa. Los trabajos de
investigación de los que parte la presente actividad divulgativa los desarrollé
junto a los/as siguientes compañeros/as: Rafael Molina Cantos, Margarita
Melgoso, Fernando Pérez del Olmo, Miguel Ángel Fernández Graciani, Adela López
González, José Manuel Garriga Perea, Pedro Camacho Ríos y Ximo Azorín Azpeitia.
El acceso a los informes finales de los mismos puede realizarse a través de los
siguientes enlaces:
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